Anoche me dieron el premio en San Fernando a la identidad isleña. Merecido o no, ya lo tengo. Como siempre que tengo que agradecer un premio no me lo preparo y lo hago fatal, anoche escribí una líneas y hoy os las pongo aquí, para el que no pudo venir y todos los que "se quedaron sin entrar". Fue una noche inolvidable. Millones de gracias a todos. Ahí va:
ENTREGA DEL PREMIO IDENTIDAD ISLEÑA
Buenas noches a todos. Estoy aquí esta noche encantado de recibir el premio a la Identidad Isleña 2012. Que según he leído en internet:
“Se trata de la máxima distinción que el Ayuntamiento de San Fernando concede a aquellas personalidades, colectivos, instituciones o entidades que contribuyen a la difusión, potenciación o reconocimiento de los diversos elementos y valores que integran el pasado, el presente y el futuro de la ciudad”
Madre mía, cuando me llamaron para decírmelo me alegré, pero cuando leí esto me acojoné vivo.
Yo no soy un colectivo, ni una institución, y no tengo mucha entidad, así que creo que tengo que ser una personalidad. A mi eso me impone mucho. Yo creo que soy más un personaje.
Hombre, yo sí puedo elegir, prefiero ser persona. Personajes ya hago muchos en el teatro y personalidad tengo… la justa.
Y se supone que contribuyo “a la difusión, potenciación o reconocimiento de los diversos elementos y valores que integran el pasado, el presente y el futuro de la ciudad”
Os prometo que yo esto no lo sabía. Yo lo único que he hecho ha sido estar muy contento y orgulloso de ser de aquí. Porque soy de aquí. Y nací aquí. Si fuera de otro sitio, y hubiera nacido en otro sitio, lo más probable, es que me gustaría ser de aquí. Como a mucha gente.
La casualidad ha querido que este premio, que tendrían que habérmelo entregado mañana en la Plaza del Rey ante tres mil personas, me lo entreguen aquí, ante unas… o menos.
Ha sido culpa mía, que mañana tengo The Hole, el espectáculo que hago ahora en Madrid y no he podido cambiarlo. Y de pura casualidad, hoy no había función. También es casualidad que media familia mía esté de viaje, pero… así pasan las cosas
Y yo soy de esos que piensan que las cosas pasan por algo.
Igual ese es el consuelo que tenemos los optimistas para estar siempre contentos, pero aunque no fuera así, yo quiero pensar que las cosas pasan por algo y yo estoy muy contento de que al final, el premio me lo den aquí.
Y no es que no me guste la Plaza del Rey, la de pipas que me he comido yo allí. Y lo que no son pipas.
La Plaza del Rey es uno de los sitios más importantes de mi vida posiblemente. Ahí di mis primeros pasos, me compré mis primeros sobres de estampitas de la liga 80 -81, cuando el más difícil de conseguir era Arconada, quedé con mis primeros amigos… pa comer pipas, quedé con mis primeras novias… pa comé pipas. Y hoy en día sigo quedando allí cuando vengo con mis amigos… pa comer ensaladilla, camarones, bocas, y siempre caen algunas pipas.
Y no es que no me seduzca la idea de que me entregaran esto ante tres mil personas. Yo soy muy de público, pero también puede que me abrumara un poco, y no pudiera tener este trato íntimo que estoy teniendo con ustedes.
Además, eso lo veo yo más para las salineras y esas cosas y, sinceramente, creo que ya se me ha pasao la edad de ser Salinera Mayor.
Creo, espero algún día poder dar allí un concierto, un monólogo o cualquier cosa que se tercie. Confío en que tendré más oportunidades de actuar allí.
Por eso estoy muy contento de estar aquí esta noche, porque no sé si tendré muchas oportunidades de hacer algo aquí, donde hoy nos encontramos.
Porque aunque ahí en la puerta ponga que esto es el “Centro de Congresos y Exposiciones” A mí me van a perdonar pero para mí ahora mismo estamos en la sala 2 del cine Almirante.
Y este, es otro de los sitios más importantes de mi vida.
Cuando he subido por esas escaleras, no sabéis la cantidad de recuerdos que se me han venido a la cabeza.
Las sesiones matinales de los sábados por la mañana que me traía mi tía Maruja, con todos los niños gritando, y comiendo pipas. Las sesiones dobles que me tragaba yo sólo a veces, o con amigos, cualquier día de verano por la tarde. Las primeras veces con mis primeras novias.
La de veces que me quedaba mirando las carteleras cuando venía de La Salle, embobado enfrente de las fotos de las películas clasificadas “S”. A ver si se veía algo.
Fijaos que curioso, pero en el camino que tenía que hacer del colegio a mi casa, pasaba por delante del cine y del teatro. Lo que posteriormente ha sido mi profesión. Mierda, tendría que haber cogido por delante de la notaría.
Recuerdo cómo las películas llegaban aquí dos o tres meses después de que se estrenaran en Madrid, o en Cádiz.
Nos daba igual. Los últimos años de este cine veníamos puntualmente todos los domingos, aunque ya la hubiéramos visto, aunque fuera mu mala. Yo estuve aquí viendo la última película que se puso en esta sala. Una película mu mala de Don Johnson y Mike Rourke, con eso te lo digo to, llamada “Dos duros sobre ruedas”. Sabíamos que era mu mala, pero teníamos que venir a esa última función, a despedirnos del cine.
Me acuerdo de esa vez y de la cantidad de veces que vine a este cine sólo o con mis amigos y lo que pude disfrutar aquí dentro… viendo películas. Películas y actores que marcaron nuestra infancia, nuestra adolescencia, nuestra vida.
Aquí aprendí a amar el cine. Aquí, a lo mejor, aprendí a amar.
Yo no me había parado a pensar nunca en la importancia que tienen para las personas esas películas, esas obras de teatro que vemos durante la vida. Yo me hice actor, primero porque tuve la tremenda suerte de tener unos padres que me apoyaron en todo, pero fundamentalmente porque me gusta actuar. Me gusta jugar a ser otros. Nunca reparé en que podría formar parte de la vida de nadie. Pero eso pasa. Y es maravilloso.
Por eso para mí lo importante de recibir este premio aquí. Porque aunque no quede ni un ladrillo de aquel cine Almirante, para mí queda todo hoy aquí, y me gustaría pensar que a muchos de vosotros, con esto que estoy contando, se os haya venido a la cabeza, lo tengáis ahora mismo presente todas esas veces que vinisteis aquí, todas esa películas que visteis, todos esos actores, todas esas actrices. Todos esos momentos mágicos. Esos momentos mágicos que sólo nos da el cine o el teatro.
Una de mis canciones favoritas de Serrat se llama “Los Fantasmas del Roxy” y habla de un cine de barrio que, siguiendo la triste suerte de muchos cines hoy día también, acaba cerrando y convertido en una sucursal bancaria. Y de como de repente, a los trabajadores de la entidad en cuestión, empiezan a aparecérsele Humprey Bogart, Lauren Bacall, Ginger Roger, Fred Astaire…
Siempre me fascinó esa canción. Creo que porque me encanta la venganza que se toman los fantasmas, tan cruelmente echados de su casa por un banco. Un desahucio en toda regla. Es una canción antigua pero trata de un tema muy actual: artistas puteados por el poder… Los fantasmas del Roxy.
Viniendo hacia acá pensé que me encantaría la idea de encontrarme hoy con todos ustedes, y con los fantasmas del Almirante. Pensar que tengo entre el público al Kurgan, de los Inmortales sonriendo mientras blande su espada, a sean Connery de El Nombre de la Rosa bajando por las escaleras, a Ivan Drago, esperando que baje Rocky al ring, a Bruce Lee, a King Kong, a la de la mochila azul, a Fernando Fernan Gómez, a Agustín Gonzalez, a Paco Rabal… Están todos aquí, con nosotros.
Y aquí van seguir, por muchos cines que tiren, por muchos teatros que cierren siempre van a seguir aquí, entre nosotros, por siempre.
Yo ya se lo que quiero ser cuando sea mayor, muy mayor, cuando ya no sea nada: quiero ser un fantasma. Del Almirante, del Teatro Las Cortes, de la Plaza del Rey y pasear por aquí, entre vosotros, para siempre… comiendo pipas.
Quiero dedicar este premio a mis amigos Pipo y Alvarito, que nos dejaron este año. Y al resto de amigos, que son muchos y aún siguen entre nosotros. Y que sea por mucho tiempo.
Muchísimas gracias a todos. Al Ayuntamiento, a quienes hayan pensado que me merezco este premio, a los que se alegren de que me le den, a los que piensen que tendrían que habérselo dado a otro más cañailla que yo, a los que me veis por la calle y me saludáis, a los vendedores de pipas en general y al motivo principal por el que sigo volviendo una y otra vez y tienen la culpa de todo lo bueno que me pasa: Mi familia. Gracias.
El arte nace entre los caños de la bahía.. Correteando con el aire por las esquinas desde Gallinera a la Casería. Yo soy uno de esos que me hubiera gustado nacer por ahí... Aunque mibarrio también es marinero. Y por eso, por mi amigo Juan y por gente como tú soy un poco y un mucho cañailla. Felicidades!!
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