Ayer los vi
caminando de espaldas, agarrados, caminado por la orilla. Y se me vino a la
cabeza de repente la imagen del éxito.
La definición de éxito o fracaso es siempre muy
subjetiva.
Depende siempre
mucho de tus aspiraciones, tus sueños, tus metas, y las ganas que tengas de
conseguirlos. También de tu nivel de exigencia, claro.
A veces nos
empeñamos en buscar el éxito demasiado lejos y nos olvidamos de buscarlo donde
más falta nos hace.
Los muy exigentes,
como yo, pecamos casi siempre de no estar nunca satisfechos, y siempre ir a
buscar algo más, algo mejor, o al menos, eso creemos.
Eso por un lado
puede ser bueno, porque te hace avanzar y superarte, pero por otro lado puede
hacer que te pierdas cosas, que te pierdas si te despistas, incluso las mejores
cosas.
Toda mi vida la he
pasado soñando con lo que ahora me está viniendo, y no es que me sienta
insatisfecho, todo lo contrario. Pero sería un gran error por mi parte pensar
que, aunque consiga todo lo que sueñe, mi vida sea un triunfo por eso.
Yo soy
como soy, y siempre voy a querer más, aprender más, trabajar más…
Pero ahí no está la clave de mi hipotético
éxito.
Yo soy actor y
cosas de esas, y como tal me gusta que me aplaudan, que me admiren, que me
adulen, pero nunca ha sido eso mi objetivo primordial.
Yo lo que siempre
he querido es que mis padres se sientan orgullosos de mí.
Cada trabajo, cada
actuación, cada canción, cada payasada que he inventado, lo más importante para
mí ha sido que le gustara a mis padres. Sin eso, todo lo demás no hubiera
servido de nada.
Supongo que ese es el objetivo de cada hijo, pero no sé,
hoy hablo por mí.
Desde el primer día
que verbalicé mi sueño los he tenido ahí, dándome confianza, dándome cariño y
haciéndome sentir que cualquier cosa que se haga con el corazón está bien
hecha.
Todo el mundo
piensa que sus padres son los mejores, pero en nuestro caso se ha dado así. Lo
son, y da la casualidad de que en este caso es verdad.
Hoy, en el día de
su 50 aniversario de boda, creo que es importante decirles, aunque supongo que
lo sabrán ya a estas alturas, que por mucho que volvieran a nacer, no lo
podrían haber hecho mejor de lo que lo han hecho. Que han triunfado en este
absurdo mundo de metas y exigencias. Y con creces.
Que el éxito ese
que buscamos muchos vanamente, ellos lo han conseguido de la manera más
sencilla y natural: sin buscarlo. Simplemente, queriéndose.
Y eso me produce
una increíble sensación de tranquilidad.
La tranquilidad que siempre me ha producido saber que
están ahí.
Así que si acaso yo
ya tuviera éxito, si a lo mejor algún día lo tuviera o lo llegara a tener y
tuvierais la curiosidad de saber cuál fue la clave de mi éxito no busquéis en
los escenarios, ni en las pantallas ni en los tocadiscos.
Mi vida ha sido un
éxito desde el día que nací. Y la clave fundamental de porqué mi vida es y
siempre ha sido un éxito la tenéis justo aquí delante vuestra, paseando
agarrados por la orilla.
Felicidades Papá y Mamá. Y gracias.